sábado, 24 de octubre de 2015

La mancha negra en el pico de los Rseicollis al nacer. La leyenda de la pantera Kra-Malassy

Cuenta la leyenda que cuando aún los Continentes no se habían separado y la tierra estaba iluminada por ocho soles, habia mas muchos arboles con frutas  y el hombre todavía era un mono y las aguas eran cristalinas y en el mundo solo reinaban los animales.



En la selva la reina era la pantera Kra-Malassy, respetada y temida por el resto de animales por su destreza en la caza, su rapidez y su sabiduría. Un día la pantera Kra-Malassy se hallaba bajo una acacia, rugiendo de dolor, pues se había hincado una enorme espina en su pata delantera. Había intentado infructuosamente arrancarse la espina con sus poderosos colmillos, pero no pudo sacarla, era demasiado fina y estaba clavada profundamente. El dolor le impedía correr y cazar, y tenía en su guarida dos cachorros que la esperaban hambrientos.
En la copa de la acacia vivia una pareja de agapornis roseicollis, que estaban empollando cuatro huevos. La hembra, al oir lamentarse a la pantera, bajó por el tronco de árbol, mientras el macho le decía:

- No vayas abajo, la pantera siempre ha sido nuestra enemiga. Sabes que en cuanto nazcan nuestros hijos vendrá a comérselos.
Pero la roseicollis sentía compasión por la temible Kra-Malassy le dolían esos terribles lamentos como si fuera ella la herida y bajó hasta la rama más cercana a la pantera...

- ¿Qué te produce tanto dolor? ¿Puedo ayudarte?, preguntó la agapornis
- ¿Quién eres tú, insignificante pájaro, porque me diriges la palabra cuando ni eres una gran rapaz, ni  una gran ave cantora?
- Sólo quiero ayudarte a sacar esa espina y que puedas caminar y darle de comer a tus hijos, contestó.
- Tú no tienes un largo pico, como el colibrí, ni un pico poderos, como el loro, ¿cómo crees que podrías sacar una espina tan fuertemente incrustrada en mi planta?
- Mi pico no es el más largo, ni suiera el más robusto, pero es muy preciso y yo soy muy tozuda.
La pantera accedió y la roseicollis le sacó la espina de la pata, con su pequeño pico.
- ¿Cómo te lo puedo agradecer?, le dijo la pantera, visiblemente aliviada.
- Te pido que, de ahora en adelante, respetes a mis polluelos y no te los comas, dijo la agapornis.
- Está bien, cuando te vea en el nido, sabré que estás protegiendo a tus hijos, y te dejaré en paz, aunque tenga mucha hambre, prometío Kra-Malassy


- Oh, no, pero ya sabes que a veces he de dejar el nido e ir a buscar comida. No puedes hacerle nada a mi prole, aunque yo no esté, por favor, rogó la agapornis.
- Está bien, dijo Kra. Tú me has ayudado, aunque podía haberte despedazado. Como recompensa, tus polluelos llevarán el color de mi pelo en su pico, de manera que yo pueda reconocerlos y saber que son dignos hijos de la agapornis que me ayudó.
Así sea.

Desde enctonces, los pequeños pornis llevan como distintivo en su pico esa mancha negra, como regalo de la gran pantera y reina de la selva Kra-malassy.

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